EL RELOJ QUE CUELGA DE LA MUERTE
Las calles enfangadas, las farolas parpadeantes, la luna que se asoma tras los sucios cristales. La tormenta enmudece, mil preguntas sin respuestas, el destino se remueve en mi vientre. Las gaviotas ya no vuelan, caminan por los alambres, la vida entre penumbras, parece esfumarse. Y mientras, contemplo el calendario del futuro impredecible, voy atrasando el reloj, que cuelga de la muerte.

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Se me acaba de ocurrir una idea, pero la voy a poner en práctica muy despacio. Pregúntame dentro de unos años...
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