jueves, 13 de junio de 2013

LA ESPERA

Se fue diluyendo como un azucarillo en el tercer café de aquella madrugada. Apenas amanecía. El sol quería filtrarse a través de las persianas semi abiertas. No muy lejos se podía escuchar el sonido de las olas del mar rompiendo contra la orilla. Era un sonido continuo, que la relajaba casi siempre, pero aquella madrugada la hacía desesperar. Sentada en su sillón esperaba impaciente la llegada de quien un día se fue, pero que días atrás le había asegurado por carta que iba a regresar. Había pasado toda la noche inmersa en sus recuerdos. Desde su adiós la vida se había convertido en una monotonía que se volvía aburrida. Pasaban las horas vacías, en silencio, a la espera de que alguien abriese aquella puerta que parecía haber quedado cerrada para siempre. Desde entonces contaba los minutos, con el paso del tiempo su obsesión fueron los segundos. Aquella noche había decidido levantarse de su sillón, subirse en una silla de mimbre y deslizar el botón de la parte trasera hasta la posición de off. Por fin había logrado detener el tiempo, era una de sus asignaturas pendientes, pero lo había logrado. Esperó y esperó, entre cafés, silencios rotos por las olas del mar y de vez en cuando un sobresalto por culpa de un leve viento que golpeaba tímidamente la puerta. Finalmente el amanecer la sorprendió. No quería darse por vencida. No quería volver a sentirse traicionada, derrotada, humillada por aquel que un día la abandonó. Otra vez no. No lo soportaría. De repente vio la carta en una pequeña mesita que descansaba a su derecha. Decidió abrirla de nuevo, aunque sabía perfectamente qué ponía en cada renglón. La había leído tantas veces que no podía haber error. Aun así, la volvió a leer. Era evidente, aquella noche debía regresar. Cuando estaba a punto de cerrar los ojos, vencida por el sueño y la desesperación, bajo la firma de su amante observó la fecha caligrafiada de manera borrosa.
06-05-1944
Hacía treinta años que aquella noche tenía que haber ocurrido.

1 comentario: