jueves, 29 de noviembre de 2012

SEGUNDAS OPORTUNIDADES

Me acomodé la capucha de mi chaqueta para cubrir mi cabeza. Estaba tan helada como el ambiente. Me apoyé en aquella barandilla totalmente empapada por las olas del mar, que rompían con fuerza, de vez en cuando, contra el malecón de piedra. De repente la ausencia se desdibujó sobre el horizonte y la brisa del mar se introdujo, muy lentamente, en el interior de mi alma. Te recordé. Reconozco que fue una sorpresa, pero te recordé. Yo que nunca había tratado de inventarte en mi mente, de pronto estabas de nuevo allí, conmigo, sonriendo, con tu mirada dulce y tu gesto de fragilidad. Sí, continúas igual de bella. Siempre mirando al mar, como mirabas el destino sentada en los andenes de la estación. Al fondo quedaba la oscuridad del túnel, como ahora queda la oscuridad de la noche. Pero sigues ahí, tratando de hacerme entender que el pasado nunca fue pasado, y que la vida, a veces, y sólo a veces, regala segundas oportunidades que siempre hay que saber aprovechar.

miércoles, 28 de noviembre de 2012

EL AMOR VERDADERO

Nació en extrañas circunstancias una noche que llovía torrencialmente sobre la desierta ciudad. Sufrió un derrame cerebral en el momento en que sus ojos vieron la luz. Ni siquiera tuvo la opción de llorar. Los médicos le salvaron la vida, pero su niñez transcurrió encerrada entre aquellas blancas paredes del viejo hospital. Su madre lo acompañó cada minuto de su cautiverio. Al principio dándole de mamar, ofreciéndole el calor de su cuerpo, protegiéndolo de una muerte que parecía demasiado cercana, a pesar de su efímera vida. Con el paso del tiempo comenzaron a surgir las verdaderas complicaciones, quedaron expuestas a la luz las debilidades del pequeño. Sufría de una deformación cerebral que le impedía hablar, comunicarse con los demás a través del lenguaje habitual entre los humanos. Su mundo se pintó del silencio de la soledad. Se convirtió en un niño ausente, vacío, privado de cualquier relación que no fuese el que siempre había mantenido con su madre. Ni siquiera el ruido del mundo que lo rodeaba lo hacía reaccionar. Su madre se convirtió en su auténtica fuerza, en su único punto de apoyo. Lo enseñó a leer para sus adentros y, sobre todo, lo enseñó a escribir. Lo que para cualquiera parece tan simple, para él se convirtió en su mejor arma para demostrar sus sentimientos. A través de la escritura comenzó a expresarse, se dio a conocer, transmitió su felicidad y, alguna que otra vez, expresó sus deseos de llorar. Tan evidente fue su progreso que a la edad de doce años fue dado de alta para poder salir al exterior de aquel hospital de paredes blancas. Fue entonces cuando conoció el miedo a lo desconocido, fue entonces cuando sintió el pavor a la gente, fue entonces cuando comprendió que aquel no era su mundo, ni lo sería jamás. No fue complicado percatarse del rechazo que sufría a diario por aquellas “mentes sanas “ que lo miraban de reojo o, simplemente cuchicheaban a sus espaldas. Al principio se amarró a la estela de su madre, pero pronto comenzó a expresar en viejos cuadernos todo cuanto su corazón sentía y padecía. Pero no todo fueron experiencias negativas. Una madrugada su madre lo condujo hasta la playa para que conociera el mar. Aquel día no necesitó escribir en aquellos cuadernos lo que su alma sentía por dentro. Aquel día sus ojos se bañaron en lágrimas por la emoción por primera vez. Una tarde, entre bromas, su madre le comentó que debería echarse novia. Por aquel entonces aquel niño contaba ya con quince años de edad y, sin pensarlo dos veces, escribió sobre una de las hojas de sus cuadernos. “No es justo que alguien tenga que sufrir por mí”. con aquella frase le expresaba a su madre todo el dolor que guardaba en su interior por hacerla sufrir de por vida a su lado. La madre le acarició la cabeza y , acercándose hasta él, le susurró al oído: “Eres lo mejor que me ha pasado en la vida”. Cuando contaba veinte años de edad su madre enfermó de repente. Se vio en la obligación de reaccionar de manera instantánea. Gracias a sus cuadernos y sus apuntes fue capaz de ingresarla en el mismo hospital donde un día él vino al mundo. La vida y el destino los habían traicionado. Ahora era él el que se sentaba al borde de la cama, acariciando los cabellos plateados de su madre y escribiendo sin parar todo aquel dolor que lo consumía por dentro. Durante semanas enteras fue consciente del sacrificio que su madre había padecido por él, no por el hecho de estar allí, sino por la impotencia de sentir el dolor del otro y no poder hacer nada por evitarlo. Una madrugada la mano de su madre se desprendió de la suya, quedando colgando en el aire, en la más absoluta de las miserias: la muerte. El niño hombre salió del hospital y, sin decir nada a nadie, se dirigió hasta la orilla del mar. Se descalzó cuidadosamente y avanzó mar adentro hasta perderse por completo en las otras miserias de la vida: el silencio y la soledad. Las enfermeras encontraron sobre el pecho de la madre un viejo cuaderno que reposaba como un ángel. En su única hoja que tenía escrita señalaba: Gracias por todo. Te amo.

sábado, 24 de noviembre de 2012

TODO LO QUE PARECE Y NO ES

Hay lunes que no dejan de ser domingos, Hay siluetas que se confunden con sombras, Y sombras que sólo son almas en pena. Hay amores que sólo te enseñan el límite de tu padecimiento, Hay noticias que incluso sacan sonrisas, Hay guerras que se ganan antes de llegar al campo de batalla, Y partidos que se pierden sin pisar el terreno de juego. Hay señoras que no dejan de ser prostitutas, Y fulanas c on las que te irías al fin del mundo. Hay vidas que comienzan con desdichas, Y muertes que terminan sin necesidad de una misa. Hay conciencias que no tienen remedio, Hay historias con finales imprevistos, Hay mentiras que se quedan en medias de seda negra, Hay cuerpos de mujeres con sabor a veneno amargo, Hay meses que ya no son semanas, Y semanas que dejaron para el mañana, Lo que hoy ya no pueden ser. Hay poetas que inventan nostalgias, Y nostalgias que matan a sus poetas.

NO INVENTES

No inventes aquello que nadie quiere creer, El mar no se hizo de lágrimas saladas, Y el mundo no gira del revés. La lluvia no humedece los desiertos, Y el llanto no es sinónimo de padecer. Las gaviotas nunca vuelan asustadas, Y a mí siempre me excita tu desnudez.

martes, 20 de noviembre de 2012

CUANDO NADA PARECE LO QUE ES

Cuando presientas que la verdad engaña a la mentira, Cuando creas que el sol amanece cada noche, Cuando te convenzas que el olvida llena tus días, Cuando no distingas entre el amor y el reproche. Cuando confundas la traición con la fantasía, Cuando las agujas del reloj te busquen y te ignoren, Cuando no te des cuenta dónde comienza la rutina, Cuando sientas que tu alma no hay ladrón que te la robe.

APRENDIENDO

Aprendiendo a vivir, se conoce la vida. Aprendiendo a sufrir, se conoce el dolor. Aprendiendo a soñar, se conoce la ilusión. Aprendiendo a leer, se conoce todo lo demás.

domingo, 18 de noviembre de 2012

CIELOS PERDIDOS

He sido cualquier cosa parecida a la lascivia, He sido condenado a noches de silencio, He buscado tu ausencia en brazos extraños, He huido mil veces de mi propio destino. Me he ahogado demasiadas veces en mares negros, Me he ausentado en libros no escritos, He buscado tu rostro en mis vidas pasadas, Y sólo he encontrado cielos perdidos.

MISERIAS ESCONDIDAS

He recorrido aquellas tierras que van a ninguna parte, He navegado tantos mares que ya no tienen agua, En ellos sólo queda el vacío del ayer, Los sueños anhelantes. He transitado por caminos impulsados por el viento, Azotados por la lluvia incesante, Quebrados por el paso del tiempo. He llevado conmigo la silueta de tu presencia, El recuerdo de tus palabras, Y me he vuelto viejo dentro de mi juventud. He visto pasar inviernos y veranos, Aunque me he abrazado a cada otoño, Que me devolvían a la vida, Cuando los días se convertían en noches, Y las penumbras invadían mis miserias escondidas… O a flor de piel…

viernes, 16 de noviembre de 2012

SI ALGUNA VEZ LA ENCUENTRAS

Si alguna vez la encuentras, no dudes que su mirada te hechizará, Si alguna vez la encuentras, no dudes que sus labios serán tu deseo eterno, Si alguna vez la encuentras, no dudes que sus manos te harán estremecer, Si alguna vez la encuentras, no dudes que su sonrisa te fascinará. Si alguna vez la encuentras, no dudes que jamás la podrás olvidar, Si alguna vez la encuentras, no dudes que sus piernas llenarán de deseos tus sueños, Si alguna vez la encuentras, no dudes que su ausencia te hará padecer, Si alguna vez la encuentras, no dudes que siempre la querrás volver a encontrar.

DESPISTES

A veces la tormenta se equivoca de cielo como los hombres se equivocan de amigos y el diablo se equivoca de ciudad.

ALGUIEN DIJO ALGUNA VEZ

Alguien dijo que las armas sólo servían para intimidar...y mataron. Alguien dijo que los besos sólo servían para besar...y traicionaron. Alguien dijo que el dinero sólo valía para triunfar...y fracasaron. Alguien dijo que la libertad sólo valía para volar...y se hundieron. Alguien dijo que el mar sólo valía para navegar...y naufragaron. Alguien dijo que el sueño sólo valía para descansar...y soñaron. Alguien dijo que el amor era la puerta a la felicidad...y lloraron.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

EN CUALQUIER LUGAR

Allá donde el camino se interrumpe sin intención de proseguir. Allá donde las fábulas dejan de ser cuentos y se convierten en historias que viví. Allá donde la muerte se viste de seda para no hacernos sufrir. Allá donde los trenes se detienen porque ya no tienen hacia dónde partir. Allá donde las musas se disfrazan de prostitutas porque las princesas se extinguieron por ahí. Allá donde me convierta en fugitivo porque mi destino siempre fue huir de ti.

martes, 13 de noviembre de 2012

NO ESPERES

No esperes que se me altere el pulso a la hora de escribir, necesito expresar todo cuanto siento, todo cuanto me corroe, todo cuanto llevo dentro y no soy capaz de transmitir mediante la palabra. No esperes que me sienta cohibido o tímido a la hora de escribirte lo que te voy a escribir, pues aunque tú no eres el culpable de lo que padezco, al menos eres el único que tal vez lo lea. No esperes que me sienta cobarde si medito demasiado, deja que mi mente piense con frialdad y mis dedos se aligeren de la tensión que padecen. No esperes que este silencio llene el espacio que nos rodea, pues aunque mis letras dibujen la verdad de mi vida, no habrá más grito que un desgarrado lamento que quedará ahogado para siempre en este viejo cuaderno. Tal vez…Tal vez sea mejor que no esperes nada de mí, pues mi cordura hace tiempo que quedó enterrada bajo las piedras del mar, que las estrellas de la noche sumergen mi desprecio en lo infinito de mi alma, y ni siquiera mis dedos son capaces de trazar la silueta de unas letras comprensibles.

LA INSPIRACIÓN DEL ESCRITOR QUE SUEÑA

Visitar cualquier ciudad del mundo. Enfrentarse de repente a su historia, a su pasado, a sus costumbres, a sus gentes. Sentirse por unos días, unas semanas o un tiempo indeterminado, parte de todo ese conglomerado que lo lleva a uno a sentirse importante por el mero hecho de compartir y ser compartido. Atravesar las vicisitudes que aglomera la oscuridad de las madrugadas. Desprenderse de tu propia realidad y hallarse de repente en un mundo que bien podría estar escrito por el mismo Humberto Eco. Sentir el miedo del frío atravesarte la espalda y clavarse en tus entrañas, tal vez con aullidos que se escuchan a lo lejos, procedentes de las montañas cercanas, miradas que te acechan a través de la espesa niebla, sorprenderse de un carruaje que cruza la noche a toda velocidad, arrastrado por unos caballos que parecen no rozar siquiera el asfalto y dirigidos por un carretero vestido de negro, con sombrero calado hasta los ojos y rostro oculto tras un pañuelo demacrado y humedecido por la nieve que comienza a caer sobre la vieja ciudad. Sentir la necesidad de inventar a través de ese miedo que se apodera del alma. Creerse caballero en un tiempo medieval, o conde en años de eterna crisis, donde la pobreza es tan evidente que hasta el sol parece estar condenado a la miseria, por lo que casi siempre es noche cerrada. Sentirse detective en una ciudad cautivada por sus crímenes, donde el terror se confraterniza con la piedad de las víctimas, y donde cualquiera puede convertirse en asesino y verdugo sin escrúpulos. Ser escritor cuando las bibliotecas cierran sus puertas en la medianoche, cuando los libros polvorientos sólo narran lamentos de tiempos pasados y, sin embargo, lloran por un presente roto y corrompido. Ser el gobernador de un castillo o una fortaleza que se levanta sobre la cima de un terreno escarpado y abrupto, que queda iluminado por las farolas de la noche quejumbrosa y que se refleja sobre las heladas aguas de un río que entierra en su interior leyendas que perdurarán para siempre en los rincones de esta eterna ciudad maldita.

UNA SIMPLE NOVELA

El relámpago iluminó toda la estancia en la que me encontraba terminando de dar los últimos retoques a mi novela. El ventanal que había delante de mí se iluminó de un color azulado que contrastó con la oscuridad de aquella noche en la que las nubes cubrían por completo el rostro de la luna. Una vetusta y rasgada persiana era la única frontera que nos defendía tanto al ventanal como a mí de las inclemencias meteorológicas que se producían en el exterior. El viento azotaba con fuerza, ladeando los delgados árboles que circundaban mi triste jardín. Esperé unos segundos y, en seguida, estalló con brutalidad el trueno que perseguían en el tiempo y en el espacio al relámpago luminoso. Gruesos goterones comenzaron a caer, estallando en mil pedazos en la tierra que aun estaba por sembrar. Había descuidado en exceso la casa desde mi llegada, pero todo tenía un porqué. Deseaba terminar mi novela, de lo contrario la novela terminaría conmigo. Llevaba días sin descansar, que se unían a las noches sin dormir, proporcionándole al tiempo una especie de descontrol absoluto, una languidez sin fin en la que, poco a poco, iba adentrándome sin apenas apercibirme de ello. Desde mi llegada a aquella casa me había negado en rotundo a recibir cualquier tipo de visitas y lo cierto es que me estaba apartando del mundo real a medida que las páginas de mi novela iban avanzando lentamente. Tan solo la lluvia, el viento, o los relámpagos, como aquella noche, se habían convertido en mi única compañía. Bueno, eso y mi perro, al cual jamás le había puesto nombre, pero que me era tan fiel que ni siquiera hacía el intento de separarse unos centímetros de mis pies. Llevaba días y noches encerrado en aquella estancia, la cual abandonaba tan solo unos minutos, de vez en cuando, para buscar un poco de comida hasta la cocina. La comida me la dejaba una vecina de avanzada edad en el quicio de mi puerta. La mujer apenas molestaba. Aquella noche, a pesar de la crudeza de la tormenta, me sentía satisfecho, pues estaba esbozando lo que representaban las últimas líneas de mi novela. En cuanto consiguiera terminarla me sentiría un hombre libre, podría volar hacia donde me apeteciera, incluso podría encargarme personalmente de darle vida a aquella casa pero…de repente, el horror se apoderó de mí. Me detuve a pensar por un instante y enseguida comprendí a qué se debía mi enajenación repentina. No podía ser cierto. Comencé a retroceder en las páginas que llevaba escritas, busqué a través de los capítulos, de las líneas, de cada sílaba…Me di cuenta que no había creado ni un solo personaje. Mi novela no tenía personajes. Había estado todo el tiempo escribiendo sin parar acerca de cosas sin relevancia, simples pensamientos, sueños tal vez, en los que nadie era el protagonista. Mi novela estaba muerta de humanidad y entonces comprendí que hacía meses que yo también había fallecido…

EL FARO

Hace frío, tanto frío que ni siquiera la cazadora que llevo puesta, ni la bufanda que rodea mi cuello, es suficiente para dejar de tiritar. Llueve ligeramente. Es ese tipo de llovizna del norte que parece no querer dejar de caer jamás. Tan débil como cansina, pero con el paso del tiempo termina uno acostumbrándose a ella. Estaba en casa. Acostado. He pasado mala noche. No he podido dormir. He escuchado el repicar de la lluvia sobre mi ventana y he decidido levantarme y bajar hasta la playa. Hace tanto frío que una vez que he llegado hasta la orilla me he preguntando qué hago aquí. ¿Qué más da? ¿Acaso importa demasiado? Nadie sabe dónde estoy, qué hago, o por qué todavía sigo en pie. Llevo tanto tiempo huyendo de mí mismo que seguramente ahora tengo lo que realmente merezco. No pienso entristecerme por ello. Soy quien soy…Soy quien he decidido ser. Me he propuesto caminar hasta el faro, sin abandonar la orilla de la playa, y subiendo por el camino que serpentea a través de las rocas. Lo he intentado en varias ocasiones, pero siempre desisto en mi idea. No me pregunten el por qué. Simplemente cuando estoy cerca de lograrlo, decido regresar. Es como si mis piernas se bloquearan y se negaran a ir más allá. Siempre me ha llamado la atención la luz del faro. La veo moverse noche tras noche, dibujar sobre las olas del mar diferentes dibujos, siluetas que en mi mente parecen cobrar vida. He de reconocerlo, cuando más me atrae es cuando toma forma de mujer. Es como si la luz esculpiera sobre el agua las formas redondeadas de un cuerpo femenino, con sus curvas peligrosas, con sus ojos que se reflejan en la luna, con sus manos que se excitan en forma de olas…A veces se pone demasiado provocativa, demasiada brava, y dichas olas se levantan varios metros y terminan golpeando con dureza aquellas rocas que forman la base del faro, e inundan el camino serpenteante por el que no me atrevo a caminar. Tal vez ese sea el motivo por el cual siempre decido regresar…el miedo. Pero esta madrugada es diferente. Tiene que serlo. Estoy más decidido que nunca. Quiero llegar hasta lo más alto y comprobar quién maneja la luz que durante tantas noches me ha dejado perplejo desde mi ventana. La gente del pueblo habla, comenta, murmura que quien maneja el faro…es un fantasma. Al parecer nadie ha conseguido llegar hasta allí y quien lo ha intentado no ha regresado jamás. Escuché esa leyenda el primer día que visité el poblado. Recuerdo que hace de eso varios años. Todavía llevaba mi escaso equipaje en una vieja maleta de color negro, de tela corroída por el tiempo, la misma que hoy todavía me acompaña. Desde entonces tengo una obsesión por el maldito faro. He llegado a sentirme solo, a emborracharme con tal de olvidarme de él, a salir en busca de mujeres fáciles con tal de pasar una noche plácida, sin mis sentidos puestos en la visión nocturna del faro, pero nada de esas alternativas han dado resultado. Creo que mi mente ha llegado a enfermar. Bueno, de hecho estoy prácticamente seguro de ello. La orilla de la playa me trae viejos recuerdos. Recuerdos de mi niñez al lado de mis padres, recuerdos de mi juventud, de mi primer amor, recuerdos de aquellos que se fueron para no volver, recuerdos fingidos, recuerdos con sabor a muerte. Ahora llueve con más fuerza. La maldita lluvia me ha empapado de verdad. La ropa se adhiere a mi piel como si se tratase de una segunda piel y me siento tan pesado como incómodo pero, aun así, hoy estoy dispuesto a llegar al final de mi aventura. El trayecto hasta las rocas no me parece demasiado largo. Lo he recorrido tantas veces, en diferentes intentos, que lo reconocería con los ojos cerrados, metro a metro, centímetro a centímetro. La fuerza de la lluvia está enajenando al mar. Las olas comienzan a ascender con cierta temeridad. A lo lejos parecen gigantes con brazos eternos. He recorrido toda la orilla con una única misión: no mirar hacia el faro. No prestarle ni la más mínima atención. Hacer como si no fuese relevante, como si no significase nada, como si ni siquiera existiera. Aunque claro que sé que está ahí. Esperándome, tan provocador como siempre. Quizás más. Es como si supiera que hoy es mi día, y que hoy estoy totalmente decidido a dar el salto definitivo a la invasión de su espacio. Comienzo a ascender el camino serpenteante de las rocas. El camino tiene mil recodos, a derecha e izquierda y a medida que asciendo contemplo la belleza del acantilado. El mar se ha enfurecido del todo y el agua golpea con brutalidad sobre las rocas, invadiendo el camino que mis pies van recorriendo. De repente, una de esas olas malvadas que parecen querer destrozar en mil pedazos las rocas, se levanta más allá de las mismas y viene a impactar sobre mi cuerpo. El golpe es brutal y me desplaza unos metros a mi derecha, haciéndome impactar contra la vegetación que nace de la ladera de la montaña. Siento que me falta hasta el aire, es como si mis pulmones se hubiesen llenado de agua, de arena, de barro, de miedo…Dejo pasar unos segundos. Seguramente sea el momento de regresar, como he hecho en tantas y tantas ocasiones, pero hoy no…hoy estoy dispuesto a seguir adelante, a desafiar a la adversidad, a plantarle cara al terror. Quiero invadir el espacio del faro. Quiero descubrir quién lo maneja y quién se encarga de componer aquellas siluetas en el mar que han hecho que termine por enamorarme de sus visiones nocturnas. Vuelvo a reincorporarme al camino, lo desafío nuevamente, con más fuerza que nunca. Quiero llegar arriba, pero no pienso mirar al maldito faro hasta que no esté en su interior. No quiero que su luz entretenga mis pretensiones. Esta vez no. Sigo adelante. Me defiendo del fuerte viento, del intenso frío, de la brutalidad de las olas del mar, incluso de la luz que, a veces, parece enfocarme con desprecio. Lluvia, fuego, sangre, luz…Silencio…Al fin, el silencio. Más silencio. No escucho nada. ¿Dónde está el miedo? ¿Dónde está mi miedo? No veo nada, creo que tengo los ojos cerrados. O tal vez la noche sea demasiado oscura. Desconozco la hora que debe ser, pero aun tiene que ser muy temprano. No he visto amanecer. Ha dejado de llover. El mar se ha calmado. El viento ya no silba. Hay un silencio sepulcral a mi alrededor. Creo que he conseguido abrir los ojos. Sí, estoy seguro de ello. He abierto los ojos y ya no estoy en el camino serpenteante de las rocas. No sé dónde estoy, pero estoy rodeado de cemento. Paredes blancas, frías, altas, inmensas, eternas. A mi derecha hay unos escalones. Son el comienzo de una escalera en forma de caracol. Los peldaños son pequeños, incluso más pequeños que mis pies, por lo que cuando comienzo a ascender tengo serios problemas para mantener el equilibrio. Aquella escalera parece no tener fin. Sube. Sube. Sube. Es como si no se detuviera jamás. No me doy cuenta que el que asciendo soy yo. A medida que voy llegando más arriba mis oídos van percibiendo un sonido constante e inquebrantable. Es una especie de zumbido que se mantiene firme en el tiempo. Al fin llego al último escalón y, de repente…lo veo. Delante de mí. Un ventanal enorme y a sus pies una luz potente que se mueve a derecha e izquierda, acompañado del sonido inquebrantable que había escuchado escalones abajo. Siento miedo. Pánico. Pavor. Estoy en el lugar que durante tanto tiempo he soñado. Suspiro profundamente. Lo he conseguido. Soy el único que lo he conseguido y me siento orgulloso de ello. Nadie lo creerá cuando lo cuente. Ni siquiera he traído conmigo la cámara de fotos. ¿Cómo podré demostrar que he estado aquí? Sin darme cuenta mis pies avanzan hacia la luz que no cesa de moverse a derecha e izquierda, enfocando el infinito mar. Pongo mis manos sobre la maquinaria que hace que la luz no se detenga jamás durante las noches. Observo. Delante de mis ojos solo veo cómo el agua se ilumina. A un lado. Luego al otro. El mar está en calma, es como si la tempestad que he sufrido para llegar hasta allí no hubiese existido más que en mi mente. Hace una noche plácida y las estrellas brillan en el cielo. ¿Y la silueta de la mujer que siempre contemplaba desde mi ventana? ¿Dónde están las sombras y los contornos? No es posible que solo pudieran verse desde mi ventana. Giro mi cabeza en busca del poblado, desde esta posición privilegiada debo poder contemplar mi casa, mi ventana pero…no hay nada. A lo lejos no existe ningún poblado. Estoy rodeado de cristaleras, enormes cristaleras. Corro de una a otra. Miro a través de todas ellas pero, a lo lejos solo hay un vacío enorme. Tierra infértil. Desierto. Nada… ¿Dónde he estado todo este tiempo? ¿Quién he sido todo este tiempo? Mi norte solo ha sido un faro, y mi ilusión enamorarme de las siluetas que provocaban su luz en el mar.

A VECES SÓLO SOY

A veces soy algo complicado, Un tipo extraño con el que intimar, Nunca demasiado amable, Bastante apartado de los demás. No suelo extrañar a la gente, Mucho menos a los que no están, Solo conservo en mi alma, Aquellos que me quisieron de verdad. Solitario, tímido y reservado, Casi nunca me dejo engañar, Prefiero ser realista con la vida, Que un optimista que se alimenta de su soñar. Entregado a quien se me entrega, Responsable para no defraudar, El otoño es mi mejor amigo, Mi lema es la libertad. Esclavo de mi pasado, A veces ya no tengo edad ni para recordar, Todavía me refugio en aquel niño, Que sigue acompañando al hombre que hoy soy, Cada vez que bajo hasta la orilla de mi mar.

LA LLUVIA Y LA FATALIDAD

La lluvia arreciaba, resbalaba por mi rostro, eran gotas de ansiedad, Junto a mí esperaba la impaciencia, suponía que algo iba mal, Tú no llegabas, era como un fantasma al cual debía de esperar. De repente tu silueta se dibujó entre la brum a, En aquella línea que nos separaba de la locura, tal vez de la verdad. Era un invierno frío, con luces de Navidad, La ciudad pareció quedarse desierta, en tus ojos la fatalidad. Te acercaste lentamente, no dejabas de llorar, Mis dedos limpiaron tu rostro, la lluvia hizo lo demás. No hizo falta que me hablaras, solo me tuviste que abrazar, Para comprender que el dolor vencía al amor, Que nos debíamos de separar. Las luces de la noche me devolvieron a la realidad, Tu perfume no se desprendía de mi cuerpo, Así que caminé bajo la lluvia, Sin un destino que alcanzar. Con la rabia mordida en mi alma, Con la derrota por bandera, Con la lluvia que me empapaba, Y un silencio que no pude controlar Desde que no estás.

CAUTIVO DE TI

Tantas veces perdido en el laberinto de la vida, Tantas veces ausente del mundo que giraba en torno a mí, Tantas veces retando al destino, Tantas veces olvidando ser feliz. Tantas veces concentrado en mis silencios, Tantas veces refugiado en lo que fui, Tantas veces buscando más allá del infinito, Tantas veces en la lujuria me perdí. Tantas veces la vida rota en mil pedazos, Tantas veces volví a resurgir, Tantas veces se quedaron vacíos mis brazos, Que ahora sólo soy cautivo de ti.

A MEDIA LUZ

A media luz las almas son más libres, los cuerpos más viciosos, los sueños más profundos y los recuerdos más opacos.

SEGUIR LOS INSTINTOS

Seguí la corriente del río, porque la fuerza del agua purificaba mis recuerdos, mis anhelos. Seguí la caricia del viento, porque me llevaba lejos, allá donde los sueños continuaban siendo vida. Seguí la violencia de la tormenta, porque cada relámpago incendiaba mi alma bandida. Seguí la noche profunda, esperando con impaciencia que mis ojos se enamoraran de un nuevo amanecer.

SENTÍ TU ADIÓS

Sonó la música cuando todo estaba en silencio, Salió el sol cuando todavía arreciaba la lluvia, Sentí tu adiós cuando todavía estabas conmigo, Volví a sentirme solo cuando todavía eras mía.

RECUERDOS DE LA NADA

Tal vez el recuerdo no sirva para nada, los años ya pasaron, el deseo quedó en la nada. Tal vez tuvimos en las manos cambiar el destino, pero fuimos incapaces de traicionarnos a nosotros mismos. Tal vez vivimos la vida equivocada, la que nos condujo a derramar demasiadas lágrimas. Pero siempre quedan las miradas, las caricias disimuladas, y los silencios que surgen de la nada.

FUERON TANTAS VECES...

Tantas veces me fui de tu lado, que cuando quise regresar ya no estabas. Tantas veces traicioné al amor, que cuando quise enamorarme había perdido para siempre. Tantas veces la vida te puso delante, que cuando quise verte ya estaba ciego. T antas veces jugué a ser libre, que cuando quise ser tuyo ya no había espacio donde encadenarse. Tantas veces fui yo mismo, que cuando quise extrañarte no quedaban ni los recuerdos. Tantas veces huyendo de los silencios, que al final los gritos me arrebataron la calma y el amor.

ALGO EN TI

Algo en ti me dio la vida cuando necesitaba vivir, Algo en ti me hizo sonreír cuando necesitaba de sonrisas, Algo en ti me hizo sentirme importante cuando estaba decaído, Algo en ti me dio el aire cuando necesitaba respirar. Por eso eres tan importante cuando yo no soy nadie.

SI BUSCAS...

Si buscas un poema piérdete en el mar, Si buscas una sonrisa piérdete en la carita de un niño, Si buscas un deseo piérdete en el cuerpo de una mujer, Si buscas un te quiero piérdete en un susurro al oído, Si buscas una ciudad piérdete en cu alquier calle de Madrid, Si buscas una noche de lluvia piérdete en una gota de agua, Si buscas una estación de tren piérdete en un destino sin nombre, Si buscas donde encontrarme piérdete donde pueda inventarme una historia que contar, Si buscas un recuerdo del ayer piérdete en un beso inolvidable, Si buscas un sueño eterno piérdete en unas preciosas piernas cruzadas a tu lado en un bar, Si buscas un día la muerte piérdete lejos y no le hables aun de mí, Si buscas donde llorar piérdete siempre en la orilla de cualquier mar…

LA VIDA SABE A CAFÉ

Como un viento gélido la vi pasar de largo. Su caminar sombrío me pareció triste desde la distancia, y supuse que la vida no había sido justa con ella. Los años no la habían beneficiado físicamente, sin embargo, algo en su mirada, fija y co nstante, me hizo suponer que su orgullo continuaba en todo lo alto. Gallarda, valiente, constante y fiel a sí misma. Al día siguiente la volví a esperar. Yo me encontraba en el interior de aquella antigua cafetería, donde los cafés solían saber a café y su aroma impregnaba toda tu ropa de verdadero café. Es decir, lo que hoy ya no existe en ninguna otra cafetería de la ciudad. Pues sí, justo allí la volví a esperar con la esperanza de volverla a ver. A la misma hora que el día anterior, apareció elegante y esbelta. El tiempo le había destrozado aquella belleza inalcanzable que la hacía irresistible, pero continuaba siendo ¡tan bella! Había tardado toda una vida en encontrarla. El día que me dijo adiós mi mundo naufragó en un mar sin marea, los días se volvieron noches eternas, y las sonrisas se quebraron para siempre en favor de unas lágrimas que terminaron por hacerse mis únicas compañeras. Pero nada pudo con mi esperanza de volverla a encontrar. Mi fe fue más allá de mi frustración, y me convertí en un preso sin cadenas, en un condenado a la infelicidad eterna, en un hombre a la espera del amor que nunca ha de volver. Ahora cada día la espero, en este callejón con sabor a tristeza, donde tantas y tantas madrugadas he visto amanecer, mientras bebo café, mientras huelo a café, mientras saboreo el delicioso sabor del rico café… Nunca más volveré a cruzarme con ella, mi rostro continuará dibujando los años consumidos en la nada, mi mirada seguirá siendo melancólica, pero mi corazón se irá extinguiendo lentamente mientras ella pasea garbosa y lozana, aunque los años le hayan masacrado aquella belleza que un día la separó de mí.

CONFUSIONES

A veces la tormenta se equivoca de cielo como los hombres se equivocan de amigos y el diablo se equivoca de ciudad.