ANTE EL BATALLÓN DE FUSILAMIENTO
Preso de los pies y de las manos, caminando cabizbajo por el sendero descuidado que lo conduce a la muerte del prisionero. Con el rostro abierto por las heridas de los golpes del vengador, justiciero sin nombre e identidad encapuchada, la cobardía siempre al poder de los malvados.
Madrugada silenciosa, lluvia ácida que embarra cada centímetro recorrido, mirada dañada por el paso de los años y la libertad secuestrada. Condena de disparos.
El preso se detiene ante el batallón de fusilamiento, la ciudad se adivina tras la niebla espesa, el corazón que casi grita de lo fuerte que bombea, nadie espera, nadie pregunta, sólo el cañonazo de los fusiles, el preso dobla las rodillas, las hunde en el barro y con la mirada muerta clama al cielo.

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Se me acaba de ocurrir una idea, pero la voy a poner en práctica muy despacio. Pregúntame dentro de unos años...
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