viernes, 4 de enero de 2013

EL PROYECTOR

Como quien intenta recorrer las vicisitudes del invierno. Con el alma congelada y las manos entumecidas. Tu puerta se abrió y tus ojos me ofrecieron abrigo. Justo cuanto necesitaba. Justo cuanto andaba buscando en secreto. En la calle nevaba y en tu interior la hoguera ardía quemando pasiones. No me esperabas, dijiste con la mirada, pero tu sonrisa pícara contradijo a la palabra silenciosa. Cuánto has tardado en llegar, creí escucharte musitar, cuando rodeaste la mesa, deslizando tu cadera por el extremo de ella. No tuve más remedio que seguir tus nalgas, mi mundo se centró en ti, como si fuera de aquella estancia no hubiese más vida, más calor, más sensibilidad que sentirte cerca. Te gustaba jugar. Aquello no era amor, era un juego erótico como si estuviese escrito en un buen libro, pero no me creía el personaje principal de tu historia. No podía creerlo. No podía imaginarlo. No podía ser cierto. Continuaste dando la vuelta a la mesa, hasta encontrarte con un proyector que se debía reflejar en la pared de enfrente, justo donde yo me encontraba. Me miraste desde la distancia y tus labios desearon mis besos. Tal vez fui yo el que deseé besar los tuyos. Qué importa ese mínimo detalle, me dije a mí mismo, sobre todo cuando llegaste a mi altura, te quedaste frente a mí y acercaste tu boca tan cerca de la mía que tu aliento me supo al calor que desprendía aquella hoguera tan acogedora. Moviste la cabeza tan lentamente, que tus labios rodearon los míos sin llegar a rozarlos, aunque pude sentir por unos instantes su dulce sabor. Una de tus manos se posó en mi vientre. Introdujiste un par de tus dedos entre la apertura de mi camisa, mientras tus ojos quedaban reflejados en los míos. Comencé a sentir mariposas en el estómago y mi boca comenzó a sentirse húmeda por dentro. Mis glándulas salivales se excitaron, incluso más de lo que estaba mi entrepierna. Mi vientre se contrajo y tu otra mano aprovechó la oportunidad para deslizarse a través de mi pantalón, buscando el peligro, la fantasía, el vicio… En un segundo mis manos se posaron en tus nalgas y mis labios recorrían los tuyos. Danzamos sobre la mesa mientras el proyector difundía imágenes de dos cuerpos que se deseaban. Sentí tanto calor que olvidé por completo el motivo por el cual había tocado a tu puerta, así que dejé que el momento se convirtiera en realidad. Los sueños ya tendrían tiempo de volver cuando volviera a despedirme de ti.

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