domingo, 24 de marzo de 2013

EL ABUELO

Quedaba sentado en aquel sillón de color granate que con el paso del tiempo yo recuerdo marrón. La ventana a su espalda le proporcionaba la luz que con el paso de los años a él se le apagó. Guardaba siempre un estricto silencio. Prefería observar desde la distancia el paso de la vida y de todos aquellos que nos movíamos a su alrededor, que lo saludábamos, que lo besábamos al llegar o marchar. Era como si el mundo y la vida se movieran y él siempre se encontrase en el mismo punto de partida. De él aprendí muchas cosas. Aprendí que de los silencios nace la mejor educación, aprendí que la vida hay que tomarla con calma, aprendí lo que significa ir haciéndose mayor, aprendí que a veces no ser del todo expresivo no significa querer menos ni más, aprendí que a punto de morir hay que saber apretar la mano de aquellos que más han hecho por ti, aprendí que aunque una enfermedad te robe la memoria nunca has de olvidar los aromas o un timbre de voz, aprendí que la muerte hay que recibirla de frente, en silencio...porque el silencio es la mejor educación.

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