miércoles, 28 de noviembre de 2012

EL AMOR VERDADERO

Nació en extrañas circunstancias una noche que llovía torrencialmente sobre la desierta ciudad. Sufrió un derrame cerebral en el momento en que sus ojos vieron la luz. Ni siquiera tuvo la opción de llorar. Los médicos le salvaron la vida, pero su niñez transcurrió encerrada entre aquellas blancas paredes del viejo hospital. Su madre lo acompañó cada minuto de su cautiverio. Al principio dándole de mamar, ofreciéndole el calor de su cuerpo, protegiéndolo de una muerte que parecía demasiado cercana, a pesar de su efímera vida. Con el paso del tiempo comenzaron a surgir las verdaderas complicaciones, quedaron expuestas a la luz las debilidades del pequeño. Sufría de una deformación cerebral que le impedía hablar, comunicarse con los demás a través del lenguaje habitual entre los humanos. Su mundo se pintó del silencio de la soledad. Se convirtió en un niño ausente, vacío, privado de cualquier relación que no fuese el que siempre había mantenido con su madre. Ni siquiera el ruido del mundo que lo rodeaba lo hacía reaccionar. Su madre se convirtió en su auténtica fuerza, en su único punto de apoyo. Lo enseñó a leer para sus adentros y, sobre todo, lo enseñó a escribir. Lo que para cualquiera parece tan simple, para él se convirtió en su mejor arma para demostrar sus sentimientos. A través de la escritura comenzó a expresarse, se dio a conocer, transmitió su felicidad y, alguna que otra vez, expresó sus deseos de llorar. Tan evidente fue su progreso que a la edad de doce años fue dado de alta para poder salir al exterior de aquel hospital de paredes blancas. Fue entonces cuando conoció el miedo a lo desconocido, fue entonces cuando sintió el pavor a la gente, fue entonces cuando comprendió que aquel no era su mundo, ni lo sería jamás. No fue complicado percatarse del rechazo que sufría a diario por aquellas “mentes sanas “ que lo miraban de reojo o, simplemente cuchicheaban a sus espaldas. Al principio se amarró a la estela de su madre, pero pronto comenzó a expresar en viejos cuadernos todo cuanto su corazón sentía y padecía. Pero no todo fueron experiencias negativas. Una madrugada su madre lo condujo hasta la playa para que conociera el mar. Aquel día no necesitó escribir en aquellos cuadernos lo que su alma sentía por dentro. Aquel día sus ojos se bañaron en lágrimas por la emoción por primera vez. Una tarde, entre bromas, su madre le comentó que debería echarse novia. Por aquel entonces aquel niño contaba ya con quince años de edad y, sin pensarlo dos veces, escribió sobre una de las hojas de sus cuadernos. “No es justo que alguien tenga que sufrir por mí”. con aquella frase le expresaba a su madre todo el dolor que guardaba en su interior por hacerla sufrir de por vida a su lado. La madre le acarició la cabeza y , acercándose hasta él, le susurró al oído: “Eres lo mejor que me ha pasado en la vida”. Cuando contaba veinte años de edad su madre enfermó de repente. Se vio en la obligación de reaccionar de manera instantánea. Gracias a sus cuadernos y sus apuntes fue capaz de ingresarla en el mismo hospital donde un día él vino al mundo. La vida y el destino los habían traicionado. Ahora era él el que se sentaba al borde de la cama, acariciando los cabellos plateados de su madre y escribiendo sin parar todo aquel dolor que lo consumía por dentro. Durante semanas enteras fue consciente del sacrificio que su madre había padecido por él, no por el hecho de estar allí, sino por la impotencia de sentir el dolor del otro y no poder hacer nada por evitarlo. Una madrugada la mano de su madre se desprendió de la suya, quedando colgando en el aire, en la más absoluta de las miserias: la muerte. El niño hombre salió del hospital y, sin decir nada a nadie, se dirigió hasta la orilla del mar. Se descalzó cuidadosamente y avanzó mar adentro hasta perderse por completo en las otras miserias de la vida: el silencio y la soledad. Las enfermeras encontraron sobre el pecho de la madre un viejo cuaderno que reposaba como un ángel. En su única hoja que tenía escrita señalaba: Gracias por todo. Te amo.

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