Quiero inventar los celos donde sólo brille el amor, vámonos
de misa sin pasar por las iglesias, naveguemos sobre un barco pirata que no
sobresalga del charco de mi acera, que si sigue lloviendo como esta primavera
pronto tocará fondo como el Titanic de los playmobil. Vamos a lamentar las
lágrimas sobre las almohadas de la última noche, aquellas que perduran en el
recuerdo más que el sonoro portazo del adiós. Volvamos a tener veinte años, cuando
escaparse a tu lado era un secreto, un
placer sin nombre y con demasiado pecado. Hubiese necesitado más de cuatro
padrenuestros para excomulgar tanto abandono sin aliento. No me cuentes
milongas de terciopelo, que por mucho que acaricien el alma, son bribonadas que
me conducen a un callejón sin salida y demasiado oscuro para los dos. La cuestión
es que dentro de unos días ya serán cuarenta y dos, y a pesar de los pesares
sigo escribiendo a todas horas, sigo amando con pasión, sigo enamorado de sus
encantos y sigo muriendo antes de que llegue el amanecer con la guadaña y sus
versos colgados del sol.
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