domingo, 14 de abril de 2013

LOS CONDENADOS ETERNOS II

-¿Fue Álvaro Trujillo quien lo desterró?

Bernardo era un hombre totalmente fiel al Condestable y aquella confesión de Don Roberto de Espinosa lo acababa de dejar completamente perplejo. El Condestable se caracterizaba por sus valores, por sus ideales, por su lucha contra la Corona, a la que siempre acusaba de autoritaria y déspota hacia sus súbditos. Por el momento no quiso mostrarse descortés hacia su compañero de celda, pero internamente sospechó que lo habían ido a encerrar con un renegado de la propia revolución que ellos estaban tratando de llevar hacia delante. Tal vez aquello no fuese otra cosa que un castigo por parte de la propia Corona hacia su persona.

-Álvaro Trujillo toma las decisiones que cree más correctas para su causa -contestó Don Roberto de Espinosa con parsimonia al hablar-. Estamos hablando de un hombre inteligente, seguramente muy avanzado a la época que estamos viviendo. Creo que en su mente tiene ideales que algún día llevarán a llevarse a cabo, aunque no sea él el protagonista principal de la historia, sin embargo sus ideas son muy válidas para futuras generaciones.

-Pensando así de él, no entiendo cómo se encuentra usted aquí encerrado en este remoto lugar del mundo. ¿Cómo es posible que no sea su mano derecha en la revolución?

-Justo ahí radica el gran problema de Álvaro Trujillo, querido amigo -Espinosa se frotó la espalda contra la roca mientras continuaba hablando como si narrase la vida de otra persona que no fuese la suya propia- Don Álvaro Trujillo no acepta rivales, pero mucho menos consiente que hombres suyos de confianza puedan llegar a hacerle sombra. Es capaz de convertir en rehén a su propio hermano si es necesario antes de perder el poder que posee.

-Y, dígame -Bernardo estaba ávido de respuestas-, ¿usted piensa que finalmente podremos someter a la Corona?

-La Corona no dará su brazo a torcer y venderá cara su derrota, si es que finalmente llega el momento. Existen demasiados intereses, demasiadas tierras, demasiado oro, demasiado poder para que quienes rodean al rey se dejen convencer o dejen que éste sea convencido por los ideales de los revolucionarios. Es necesario que sepas que en el interior de la Corte no sólo el rey tiene poder, sino que es la propia Iglesia la que somete los intereses de la Casa Real y de paso a todo el imperio español.

-¿Trata de decirme que la revolución tendría que estar encarada hacia el Vaticano? ¿Es el Papa el verdadero punto de mira? -Bernardo continuaba recabando aquella información como un buen espia de la causa revolucionaria, olvidándose que su condena tal vez fuese para siempre.

Sin embargo, Don Roberto de Espinosa, en lugar de contestar directamente a la pregunta que le había realizado Bernardo, contestó con otra pregunta.

-¿Conoces al monje loco?

-¿El monje loco? -Repìtió Bernardo, sorprendido. Desconocía, evidentemente, al mencionado monje.

-Sí, el monje que llegó desde Florencia.

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