lunes, 15 de abril de 2013

LOS CONDENADOS ETERNOS III



El monje loco fue un fraile que procedía de las tierras de Florencia. Con el visto bueno del Vaticano fue trasladado a España, donde enseguida se entrevistó con nuestro rey. El monarca estaba al tanto de su llegada, ya que fue él mismo quien realizó la petición a las más altas instancias monacales. Galileo Pietro, así se llamaba el monje.

−¿Y qué fue lo que ocurrió en aquella entrevista entre el monje y nuestro rey? –Quiso saber Bernardo, totalmente absorto en la historia que le estaba narrando Espinosa.

Nadie lo sabe con exactitud. De hecho, al parecer la entrevista se llevó a cabo en la más absoluta intimidad. Las palabras que allí se cruzaran uno y otro son totalmente desconocidas, sin embargo, podemos sospechar que lo que allí ocurrió no tuvo que ser nada agradable, pues desde ese momento Galileo Pietro se convirtió en el inquisidor más sanguinario que se ha conocido en el Nuevo Mundo. Apenas pasó unas horas más en España, antes de que se le preparara la carabela que debía conducirlo hasta estas tierras en las que nos encontramos presos.

El largo viaje y los vientos que azotaron la embarcación durante el trayecto no minaron los malos pensamientos, y mucho menos limpiaron el alma impúdica que impregnaba el interior del monje, el cual llegó a las tierras conquistadas con aires de grandeza, imponiendo a base de torturas y asesinatos todo aquello que él trataba de aplicar. Para Galileo Pietro había dos clases de personas: Los que estaban dispuestos a colaborar y los que se declaraban en rebeldía. Los primeros debían convertirse al catolicismo, trabajar de sol a sol, y pagar los tributos que él mismo imponía. Los segundos no tenían derecho a la vida y debían ser perseguidos hasta la muerte.

Así fue como Galileo Pietro comenzó a trabajar en nombre de la Iglesia, en nombre del Papa, en nombre del rey de España. Siempre anteponía a cualquiera de ellos por encima de sus palabras y acciones, pero quien verdaderamente ejecutaba era él mismo. De la noche a la mañana el fraile que acababa de llegar al Nuevo Mundo se estaba convirtiendo en el auténtico diablo. Comenzó a detener a indígenas, los conducía a terroríficos interrogatorios que muchos de aquellos pobres inocentes no entendían ni comprendían, los torturaba esperando confesiones que en la mayoría de las ocasiones no llegaban a producirse y, finalmente, los asesinaba de manera cruel y violenta. Decapitaciones, amputaciones, maltratos físicos, muertes en la hoguera. Los juicios tenían un veredicto rápido. Se les declaraba culpables de traición, herejía, brujería…

Bernardo quedó petrificado en el suelo. En España era conocida la Santa Inquisición, pero jamás imaginó que se pudiera llevar a cabo en tierras lejanas, contra personas que ni siquiera conocían la palabra cristianismo.

−A estas personas no se les ha educado para poder elegir libremente, simplemente se les ha obligado a ser lo que ellos no pueden ser, porque ellos tienen sus propias leyes, su propia cultura, sus propias creencias, y su propia religión.

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